La pasión de Rodrigo de la Calle por la cocina verde despertó cuando era niño y vivía en el pequeño pueblo de Mogón, en Jaén, rodeado de huertas y naturaleza.
Hijo de un agricultor y nieto de cocineros, dio sus primeros pasos en el mundo de la restauración en 2007 con su primer restaurante Aranjuez, donde empezó a introducir en sus creaciones culinarias especias vegetales olvidadas, desconocidas o insólitas para la gastronomía.